Facilitado por: Eduardo Waslli
Cuando la Lujuria me controla a mì.
Es un tirano que quiere controlar el sexo en su propio provecho, a su manera y en el momento que le apetece.
No saber decir que no.
Encontrarse constantemente en situaciones peligrosas.
Volver la cabeza sedienta de sexo a cada paso.
Sentirse atraído exclusivamente por la belleza o la parte exterior.
Vivir tan solo de fantasías eróticas
El uso de objetos eróticos reemplazando al ser humano.
La adicción al sexo como si de una droga se tratara.
Perder la identidad por fundirse con otra persona que posiblemente ni siquiera la conozca o la vuelva a ver..
La obsesión con lo romántico - la búsqueda del "efecto mágico". Vivir de relaciones románticas fantasiosas.
El deseo de excitar a la otra persona, sea quien fuere...
La lujuria destruye la capacidad de amar.
La lujuria mata al amor.
La lujuria elimina la capacidad de recibir amor.
La lujuria me mata a mí.
Con la lujuria incluso puedo matar a otros. "La lujuria es la cosa más importante de mi vida, es más importante que yo..."
Al ser esclavo de la lujuria, me es imposible ser yo mismo.
La lujuria me esclaviza, mata la libertad.
La lujuria siempre quiere más, la lujuria produce más lujuria.
La lujuria es celosa, quiere poseerme.
La lujuria hace que me obsesione conmigo mismo, hace que me encierre dentro de mí.
La lujuria hace que el sexo sea imposible sin ella
La lujuria genera sentimientos de culpa y la culpa hay que expiarla.
La lujuria hace que parte de mí desee la muerte, porque no puedo soportar lo que me hago a mí mismo y carezco de fuerzas para evitarlo.
La lujuria me destruye a mí y a los que me rodean. La lujuria mata al espíritu; mi espíritu soy yo, ¡la lujuria me mata
Existe todavía una gran controversia sobre qué es lo que constituye la naturaleza de la adicción al sexo.
Muchos profesionales sostienen que no existe y otros temen que el calificativo de adicción pueda infundir o perjudicar a sus clientes.
Parece ser que las investigaciones recientes indican que el concepto de adicción está evolucionando.
Hablamos de lo que nos enseña nuestra experiencia en la recuperación.
En muchos aspectos nos identificamos enormemente con los alcohólicos y drogadictos.
Esto significa que en nuestras actividades sexuales o cuando estamos bajo la influencia de la lujuria experimentamos un cambio de personalidad que nos lleva a seguir practicando conductas dañinas o peligrosas a pesar de las consecuencias negativas que nos acarrean.
Es por eso por lo que nos llamamos “borrachos del sexo” o “sexólicos”.
Al igual que los alcohólicos, que son impotentes ante el alcohol, nosotros no podemos parar una vez que entramos en contacto con la lujuria.
La lujuria, para nosotros, puede incluir cualquier tipo de conducta sexual.
La lujuria también puede consistir en un estado mental en el que la fantasía desplaza nuestro sentido de la realidad y en el cual un intenso deseo nos obliga a modelar el mundo de acuerdo con nuestros propios deseos internos.
Algunas de las características más comunes de los sexólicos, tanto hombres como mujeres, son:
el aislamiento,
la depresión,
la culpa y
un sentimiento profundo de vacío.
Entre nuestras conductas más comunes figuran:
las fantasías sobre el sexo y otros deseos egocéntricos,
las relaciones de codependencia perjudiciales,
la masturbación compulsiva,
el uso de pornografía (Internet incluida),
las relaciones sexuales promiscuas,
el adulterio,
las conductas exhibicionistas,
los abusos sexuales sin tener en cuenta las consecuencias legales.
Nuestra experiencia nos dice que no podemos recuperarnos de verdad si no nos reunimos con otros sexólicos y si no aceptamos su ayuda.
Que debemos primero interrumpir nuestras prácticas sexuales adictivas en todas y cada una de sus formas y buscar una solución espiritual para nuestro problema.
Que debemos examinar con minuciosidad nuestro carácter e ir cambiando, de forma progresiva, esos patrones de conducta que nos obligan a recurrir a las fantasías y a las conductas sexuales perjudiciales antes que nada.
Nuestro objetivo es curarnos de toda una vida de pensamientos y conductas que no podemos calificar de sanos.