Por: Pedro Reyes Mispireta
Que la mente humana es una herramienta muy poderosa, lo sabemos todos. Es ella la que determina nuestro bienestar y también nuestro malestar, incluso más que la mayoría de nuestras circunstancias, ya que cualquier hecho puede ser interpretado como una maldición o una bendición, dependiendo del foco que pongamos en ciertos aspectos y de los diferentes puntos de vista. La mente nos puede centrar en el lado negativo o, al contrario, puede ampliar lo positivo de cualquier circunstancia, cambiando nuestra perspectiva.
Nuestra mente interpreta nuestras circunstancias. Todas nuestras circunstancias. Dado que nosotros vivimos en la mente y residimos, literalmente, en ella, es determinante para nuestro felicidad entender nuestra relación con ella, comprender cómo funciona y aprender a manejar y gestar nuestros procesos mentales.
La mente no para nunca. La mente es una suerte de máquina de interpretaciones que no se detiene nunca. La mente nos dispara pensamientos: representaciones mentales, diálogos internos, comparaciones, interpretaciones, profecías, juicios, afirmaciones, declaraciones, evaluaciones, creencias y muchas más cosas que podríamos llamar por nombres diversos.
La mente posee carácter representacional. Esta actividad mental no posee necesariamente un carácter de correspondencia con la realidad. La mente nos puede enviar la imagen mental de que el balcón donde estamos parados se desploma, sin que nos lo hayamos propuesto pensarlo, y sin que eso signifique que va a ocurrir. Curiosamente, sin embargo, puede asustarnos un tanto. Muchos pensamientos de este tipo pueden venir y a veces influir en nosotros sin que lo notemos realmente. El tema del lenguaje es particularmente importante, ya que el lenguaje es representacional per se, lo usamos como medio representacional, pero no nos damos cuenta del verdadero poder que tiene en nuestra vida, determinando nuestras emociones y conductas. Si usamos muchos juicios de valor cuando describimos circunstancias o personas, con expresiones tales como es un idiota, esto es un desastre, no se puede soportar, etc. nos predisponemos a cierto estado anímico, emoción y reacción, que no necesariamente son positivos.
Lo que nos decimos a nosotros mismos influye en nosotros, tanto en nuestras emociones como en nuestras acciones. Las representaciones mentales y cogniciones en general tienden a tener un carácter causal. Solemos creer ciegamente en nuestros pensamientos, a pesar de que solo representan nuestra versión de la realidad, así que vale la pena ser más conscientes de ellos y poseer un control de calidad.
La mente se anticipa permanentemente. La mente está diseñada para crear futuro, anticiparse a los acontecimientos de una manera única en nuestro mundo. Somos la especie que anticipa décadas y a veces centurias en el tiempo. Esto tiene su lado positivo, obviamente, ya que podemos planificar y prever para garantizar nuestra seguridad y bienestar. Como especie nos ocupamos del futuro de nuestros nietos y más allá. Muchas cosas buenas vienen de la anticipación y prevención que surge en consecuencia. Poseer ahorros, tener viajes, hacer una reunión familiar, una noche romántica, comprar la casa de tus sueños, etc. Son eventos que vienen de una adecuada planificación, lo cual depende de la actividad anticipatoria de la mente: “cómo sería si…”, “para el próximo verano podría….”.
No obstante, esto también tiene un lado negativo. Muchas veces nuestra actividad anticipatoria no posee carácter preventivo o correctivo alguno. Muchos “y si……” son simplemente inútiles y hasta catastróficos. Nos deja estresados anticipadamente por supuestos futuros eventos que no podemos eliminar del universo de lo posible. Un pensamiento del tipo “Y si me muero en este viaje…”, cuando estoy con el pasaje comprado, las reservas hechas, la familia comprometida, y no hay manera de aumentar las medidas de seguridad ya tomadas, representa una posibilidad que no vale la pena atender, ya que ni elimina mi inmutable mortalidad (siempre es posible morir), ni disminuye la posibilidad de un accidente o un evento desafortunado. Encima, mantener la mente ocupada en el futuro, nos aleja de gozar nuestra existencia.
Nos es muy difícil mantenernos conectados al presente. De hecho requiere un esfuerzo y hasta un entrenamiento sostener la mente en el aquí y ahora. Tendemos a estar atentos al futuro y descuidamos nuestra atención al bienestar que nos rodea. Muchas veces es necesario dejar de anticipar tanto y conviene quedarnos en el presente. Porque muchos de nuestros pensamientos anticipatorios pueden no tener sustento, pueden exagerar nuestros riesgos o simplemente generar profecías que no pasarán nunca.
Vivir conectados al presente nos trae bienestar y genera una sensación de plenitud y paz. Al final de cuentas, vivimos realmente en el presente. Nuestras acciones anticipatorias buscan permitirnos disfrutar en algún momento nuestro presente. Porqué no asumir que ahora es el presente.
Obtener un balance entre el presente y el futuro es un reto importante.
La mente busca explicaciones. Está diseñada para eliminar incertidumbre, descubrir patrones, aprender el por qué de las cosas, comprender o creer comprender qué va a ocurrir. Generamos creencias que nos ayuda a facilitar nuestras interpretaciones del mundo, las evaluaciones que solemos hacer para entender si algo va bien o mal. Esto tiene su lado positivo. Somos una especie curiosa e inconforme que está permanentemente desarrollando aprendizaje y ampliando explicaciones. Con positivas consecuencias en la ciencia, la ingeniería, la tecnología, la medicina y demás campos. En nuestras vidas concretas y cotidianas, es muy bueno generar creencias acerca de nuestro bienestar, que nos ordenen y que nos ayuden a generar prioridades y establecer ciertas expectativas sobre qué podemos esperar de nuestras interacciones con el mundo y los demás. Nuestras creencias orientan nuestras vidas hacia lo que consideramos importante. Nuestras creencias dependen en alguna medida de nuestra actividad reflexiva acerca de cómo funciona la vida que tenemos. Esto genera nuestros valores, que son creencias más emociones y que nos brindan bienestar y sentido, siempre y cuando vivamos en función de ellos.
Pero como todo, también posee un lado negativo. John Lennon dijo que ¨la vida es lo que ocurre mientras uno se la pasa haciendo planes¨. Podríamos parafrasearlo y decir que uno se la pasa tratando de explicarlo todo, y mientras tanto, la vida sigue su curso. El hecho es que tenemos mucha evidencia de que las explicaciones pueden cambiar, y cambiar mucho, con el tiempo. En particular en nuestras vidas particulares y concretas, hay veces que simplemente no tenemos realmente una explicación para muchas cosas, ni tiene sentido buscarlas. ¿Por qué no me quiere X?, ¿por qué mi padre fue así conmigo?, ¿por qué decidí X en lugar de Y en ese entonces?, ¿cómo es posible que nadie haya podido prever esto? ¿qué pasará finalmente con ..?. Son algún tipo de inquietudes que sólo poseen carácter especulativo y que muchas veces no tienen sentido. Ni un sentido correctivo ni uno preventivo y detenernos demasiado tiempo en ello, nos puede estancar y enredar, dejando de vivir nuestra vida plenamente y estancándonos.
La mente, nuestra mente, debe aprender a aceptar la incertidumbre. Muchas veces buscamos explicaciones y en nuestra ansiedad, aceptamos cualquier explicación. Quizás sea mejor aprender a tolerar y aceptar que no todo tiene un explicación, o que por el momento no la tenemos.
La actividad mental se centra más en confirmar nuestras creencias que en buscar evidencias contrarias a ellas. La mente se siente más cómoda convenciéndonos de que estamos en lo correcto que analizando con tenacidad los fundamentos de nuestra supuestas verdades. No está sola en esta actividad, ya que muchas veces comunidades enteras de mentes se apoyan unas a otras para convencerse de estas verdades, castigando el pensamiento disidente y eliminando la divergencia, lo cual puede traer nefastas consecuencias. El nazismo de los años treinta en la Europa central es un claro ejemplo de lo que pueden hacer mentes cerradas al análisis de las creencias. Estas creencias y los mecanismos de auto confirmación e impermeabilización generaron millones de muertes y destrucción sin precedentes.
Las creencias más fundamentales de nuestra vida son instrumentos mentales que buscan darnos equilibrio, orden y estructura. Esta es la parte positiva. No obstante, dado que la mente se aferra a este orden, surge un aspecto negativo. Como dijimos, su actividad mental está muy centrada en buscar evidencias confirmatorias, dejando de atender las evidencias contradictorias a nuestros supuestos. Sin embargo, las creencias son medios, no fines en sí mismos, y son, por ello, mejorables, perfectibles y también desechables. Las usamos para mejorar nuestras vidas, ya que ese es su propósito y sentido. Y aunque pueden poseer cierta correspondencia con la realidad, no son la realidad en sí.
Por ello, vale la pena tener cuidado y afianzar nuestros medios de reflexión y razonamiento, acostumbrándonos a revisar nuestras hipótesis, interpretaciones y creencias.
Vale recalcar que en nuestra vida cotidiana una ausencia de reflexión y de un escrupuloso análisis de nuestras creencias puede traer también graves consecuencias, ya que nos cierra al mundo y, tarde o temprano, nos hace daño a nosotros mismos o daña a los que uno ama.
La verdad es que una mente resistente a la reflexión y a la razón es una mente peligrosa, tanto para su propietario como para los demás.
¿Con cuánta obstinada resistencia las personas nos centramos en la evidencia confirmatoria? Si observa con una mente antropológica las mentes de otro grupo cultural, (le sugiero que haga el experimento mental y escoja el grupo cultural más lejano a sus creencias), se dará cuenta hasta que punto las conversaciones, actividades grupales, recolección de información y evidencia, se presentan en la vida diaria para confirmar y mantener el status quo de la cultura. Las personas están sostenidamente afianzando sus creencias, su orden y sentido. Lamentablemente, con ello puede venir otra actividad, que es la de acumular prejuicios y resistencia frente a creencias alternativas.
Si eso ocurre con el grupo cultural que ha escogido, entonces, ¿por qué no observar con la misma perspectiva antropológica su grupo cultural, su familia y su propia actividad mental? Atrévase y hágalo. Inicie el experimento mental y busque una opinión o creencias acerca de alguna cosa no demasiado importante, algo como: Es mejor tener un auto¨.
Si ha hecho con prolijidad el ejercicio mental, se dará cuenta que es prácticamente imposible no iniciarlo con cierta incredulidad respecto a la posibilidad de corregir sus propias creencias. Pero con cuidado y paciencia encontrará evidencias contrarias a su enunciado y a varios más que ha sostenido con firmeza durante mucho tiempo.
Lo anterior sucede en relación a creencias poco importantes, pero también respecto a creencias fundamentales que tienen que ver con su bienestar y su relación consigo mismo, con su vida y con los demás seres humanos.
Muchas de nuestras creencias alrededor de estos temas tuvieron alguna vez un sentido, que ya caducó. Fueron muy convincentes y útiles en algún momento, pero ya no tiene sentido sostenerlas, sobretodo si estas creencias pueden estar obstaculizando su bienestar, eficacia, funcionamiento, sus relaciones interpersonales y hasta su descanso y goce.
Nuestro sufrimiento reside en gran medida en las creencias más profundas e intocables que residen en nuestra mente. La terapia cognitiva y la TRE buscan darle instrumentos que le ayuden a gestionar sus creencias, en vez de perturbarse por ellas.
La mente genera hábitos mentales y comportamentales. La mente genera automatismos, rutinas, esquemas de acción definidos. Por ejemplo, ud. posee una rutina para vestirse y otra para desvestirse. No se detiene mucho en ello, de hecho, puede hacerlo “en automático”, dejando la actividad consciente para otras tareas, como reflexionar sobre su día, imaginar su próximo evento, calcular sus gastos, etc. Muy a menudo nos encontramos en “piloto automático”, tanto para clasificar, percibir, entender, como actuar y reaccionar. La actividad consciente se libera de los patrones habituales y los esquematiza en paquetes de rutinas estructuradas. Los pasa a la semi conciencia o inconsciencia. Así como organiza creencias sobre el mundo que lo rodea, así también la mente posee un módulo de esquemas automáticos, relativamente autónomos de la consciencia deliberada y reflexiva.
Los hábitos poseen una fuerza e inercia importante. De hecho, dominan gran parte de nuestra actividad. Son parte fundamental de nuestra organización mental. Los hábitos pueden ser de esquemas comportamentales, pero también pueden ser de formas de pensar y de recoger información.
Estas rutinas nos ayudan a liberar de carga a la conciencia, a la reflexión y el razonamiento. Esto nos permite ocuparnos de nuevos problemas, retos o soluciones. Se supone que estos hábitos están ahí para hacer el trabajo cotidiano, concreto y operativo. Y, al igual que con las creencias más nucleares, nos olvidamos de ellos, permitiendo que nos guíen y dirijan. Si esos hábitos son el ejercicio físico, la alimentación sana, la parsimonia al sacar conclusiones, la gratitud y las buenas formas, fantástico. Sin embargo, dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, comer mucho y no hacer ejercicio físico, ya no es tan bueno. Otros hábitos pueden ser nuestras tendencias a ser poco amables con nosotros mismos, pensar catastróficamente, pensar pesimistamente, ser agrios y cínicos en nuestras evaluaciones, competir por tener la razón, etc.
Las personas tenemos la tendencia a enredarnos en nuestros pensamientos. Y aunque los pensamientos suelen ser útiles y nos ayudan a prevenir, ordenar, clasificar, resolver, etc. no siempre son útiles y hay veces que nos juegan en contra. El problema es que nosotros solemos confiar demasiado en nuestros pensamientos y no todos nuestros pensamientos son útiles o verdaderos, como hemos visto. Muchas veces ni siquiera tienen sentido. Muchos terapeutas han advertido del potencial irracional de nuestra mente.
Aprender a entender la mente y adiestrarnos en usarla adecuadamente es crucial para nuestro bienestar.
La terapia racional emotiva y las terapias cognitivas han identificado a nuestros sospechosos comunes del pensamiento. Aquí una compilación de ciertos pensamientos sospechosos:
Los deberías. Los pensamientos que poseen un carácter imperativo, tipo reglas y ordenes, pueden llegar a ser muy rígidos, resistentes e impenetrables. Recuerde revisarlos.
Los juicios. Esto es horrible, no lo puedo soportar, soy un idiota, esa música es para aburridos, los tatuajes son para delincuentes, etc., son ejemplos de algunos juicios. Es mejor usar descriptores. O un lenguaje descriptivo centrado en hechos. A mi personalmente no me gustan los tatuajes, es mejor y más claro.
Las altas expectativas. Muchas veces pensamos que sólo debemos contentarnos con ciertos estándares de calidad respecto a casi todo. El problema es que muchas expectativas no tienen una base real y sólo nos preparan para la desilusión y decepción.
El pensamiento catastrófico. Nos convencemos de que ciertos eventos son una desgracia y de que debemos evitarlos a cómo de lugar. Muchas veces estos pensamientos son muy irreflexivos y no soportan un análisis más sereno. Nuestra tendencia a mantenernos seguros y alejados del peligro lamentablemente puede exagerarse y llegar a demandar seguridad total, algo que no es posible. Esta es, por ejemplo, un expectativa falsa y excesivamente alta.
La rumiación. Muchas veces nos encontramos pensando de manera circular y repetitiva, sin poder salir de este proceso y sin llegar a ninguna conclusión nueva o útil. Como todos sabemos, cuando algo nos preocupa, es muy difícil dejar de pensar en ello. Muchas veces uno llega a un resultado diferente y encuentra soluciones, pero muchas veces este ejercicio es completamente inútil o inclusive dañino. Y no sabemos bien encontrar la diferencia.
El pensamiento polarizado, o blanco y negro. Este es un punto crítico, ya que nuestro pensamiento es un instrumento adaptativo y, por ende, mientras más flexible (es decir, capaz de modificarse frente a evidencias) y variado (es decir, con muchos tonos grises) sea, más nos servirá. Sin embargo, nuestra tendencia a organizar nuestras operaciones mentales en hábitos y a mantener rígidamente nuestras organizaciones hace que muchas veces nuestro pensamiento se haga rígido e inflexible.
En general, escribir sobre los pensamientos y sus efectos sobre nuestro bienestar bien vale algo más extenso que un artículo, quizás muchos más artículos, un libro o varios libros. Esperamos que este artículo le sirva de reflexión y motivación para que empiece a observar su mente, considerándola no como una máquina infalible y perfecta, sino como un instrumento poderoso, bello pero falible, que es necesario usar reflexivamente, usando su propia mente. Buena suerte con sus pensamientos!